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Leer la entrevista en la página de origen (23.09.2016).

Hace exactamente un año y medio, Víctor puso algunas cosas en una mochila, dejó su San Petersburgo natal y salió a recorrer el mundo. Hasta ese momento había hecho todo lo que se suponía que hiciera: había estudiado, había armado su propia empresa, se había casado, estaba construyendo su casa. Pero se separó de su esposa y sintió que, más allá de esa ruptura, algo cambiaba en él.

“Necesitaba salir de mi zona de confort, me di cuenta de que estaba viviendo la vida sin vivirla, sin experimentarla, haciendo lo que esperaban de mí pero sin saber qué quería yo”, cuenta en diálogo con Rosarioplus.com, mientras almuerza en un bar del centro rosarino.

 

Dialog with the Skua bird in Antarctica 😄

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A la hora de hablar de su travesía, sostiene que “en realidad es una forma de vida más que un viaje”. Y asegura que es verdadero el refrán que indica que “a veces tenés que perderte para encontrarte”.

Hoy, Víctor visita el país número 25 de una larga y asombrosa travesía que arrancó en Europa, siguió en África (visitó once países de ese continente) y por estos días lo tiene caminando por América latina.Y no está en cualquier país: está en Argentina, donde ya visitó Chaco, Córdoba y tras un paso de casi una semana por Rosario partió hacia Buenos Aires. Cree que cruzará a Uruguay pero luego volverá para visitar Patagonia, luego subiría desde Chile hacia arriba para atravesar América Central y hasta Canadá. Pero no está seguro. El mapa se hace al andar.

¿Cómo empezó todo? ¿De dónde salió la idea de viajar? A poco de separarse, antes de emprender su “gran viaje”, Víctor pasó seis meses en Thailandia, la mayoría en una jungla, donde participó de una experiencia grupal de meditación y artes marciales. “Escapé, dejé todo, aunque muy desorganizado”, recuerda. Al volver a Rusia, se dio cuenta de que no podía regresar a su antigua vida donde, en algún momento, llegó a tener tres trabajos y vivía sin pausa. “Me di cuenta de que el mundo estaba ahí, abierto”, sostiene.

Entonces vendió todo, incluso su empresa, y avisó a su familia y amigos que comenzaba un viaje del que no podía anticipar destino ni duración. “No es fácil de entender para todos, porque muchos se aferran a sus miedos y los trasladan. Pero para mí la vida donde toda la semana se desea que sea el viernes no tiene sentido. En este viaje, en esta nueva vida que elegí, todos los días son viernes para mí”, resume.

¿No extraña Rusia, sus afectos? “Viajo solo pero nunca estoy solo, siempre hay gente, lugares, cosas para aprender”, sostiene. “Las personas que me acompañan son las que comparten mi presente, ellos se convierten en mi familia y mis amigos”, remarca. Y tampoco está siempre solo, aclara: hay lugar para el amor. “Las relaciones románticas son para mí una muy buena manera de conocer al otro”, sostiene.

Este lunes se cumple exactamente un año y medio de su partida. “El 26 de marzo de 2015 me fui a Belarusia, que fue mi primera parada”, recuerda. Cerca de casa, claro.

Estuvo tres meses en Europa, lo que la visa le permitió. En mayo, recorrió El camino de Santiago: en poco más de un mes hizo mil kilómetros. “No lo hice por una cuestión religiosa. Me oriento hacia lo espiritual y la meditación, el conocimiento interno. Caminás y no pensás ni en la plata ni las noticias, solo estás vos y el camino”.

 

 

Luego fue a África, donde aprendió costumbres locales y, entre tantas anécdotas para contar, participó de una experiencia vudú y además quedó atrapado varios días en una frontera hasta que una mano amiga lo ayudó.

 

This is life.

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Volvió apenas a Europa para poder partir en un barco carguero hacia América. Fueron doce días de una travesía solitaria en el océano.

Víctor prefiere evitar los aviones. Se sube a barcos, camina, usa colectivos y a veces hace dedo. Duerme en general en casas prestadas por otras almas solidarias, adheridas a la movida Couchsurfing. De hecho, en Rosario durmió varios días en una casa de Funes, alojado por un local. Otras veces desembarca en hostels.

Aliadas en su camino, las redes sociales muestran a quien quiera verlo los paisajes, personajes, historias y reflexiones que cruza a su paso. Es todo un éxito: en Instagram, donde lleva más de 500 posteos, Víctor tiene más de 30 mil seguidores. También sube a YouTube algunos imperdibles videos.

 

 

“Dejo que las cosas fluyan”, asegura. “En Rio de Janeiro pensé quedarme tres días y estuve al final varios meses. Disfrutaba año nuevo y me robaron el celular, perdí fotos y textos. Lo tomé como una señal de que algo había en mi camino que no me dejaba avanzar”, confiesa. En ese parate, de ocho meses, vivió en pareja e intentó escribir un libro sobre su experiencia previa al inicio del viaje. Mucho no avanzó y se dio cuenta de que había vuelto a un lugar de confort. Decidió retomar su camino.

 

 

“Mucha gente me dice que estoy viviendo la vida que ellos querrían vivir. Yo les digo que están a tiempo de tomar decisiones para ser feliz, que tienen que desprenderse de las cosas y perder sus miedos. Un viaje así no es para todos, pero cada uno con sus decisiones puede avanzar en su vida”.

De su paso por Rosario puede reflexionar varias cosas. Considera la ciudad un lugar lleno de “buena energía y buena gente”. Comenta que en otros países de América latina le comentaron “que las mujeres de Rosario eran las más lindas del continente” y analiza que probablemente tenga que ver con que son diferentes al resto. “Parecen más europeas que latinas, quizá en eso radique el atractivo, en que son diferentes y lo diferente siempre atrae”, plantea.

¿Cómo sigue la historia? “En algún momento calculo que voy a detenerme, quizá en un país bilingüe, pienso aún en la idea de formar una familia. No se como ni cuando ni donde”, confiesa. Pero intuye que es algo que irá descubriendo en su camino.

 

Página de origen (23.09.2016).

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